El palacio de Villahermosa
A pesar de la antigüedad de sus títulos y de la calidad de su nobleza ni los condes de Fuentes ni los duques de Villahermosa tenían casa en la corte pues en ambos casos se trataba de antiguos títulos aragoneses y era en Aragón donde estaban sus antiguas residencias familiares y la mayor parte de su patrimonio.
El ducado de Villahermosa fue creado en 1469 por Juan II de Aragón para su (ilegítimo) hijo Alonso de Aragón y Escobar y era en la zaragozana localidad de Pedrola (siglo XVI) y en la misma ciudad de Zaragoza (siglo XVII) donde se encontraban sus raíces familiares.
En cuanto al condado de Fuentes , el título fue otorgado por Fernando el Católico a Juan Fernández de Heredia, señor de Mora de Rubielos (Teruel), en 1508, y su casa-palacio familiar, hoy desparecida, se encontraba en la ciudad de Zaragoza, pues el castillo de Mora de Rubielos, levantado por el III Juan Fernández de Heredia en el siglo XIV,
fue cedido a principios del siglo XVII a los franciscanos, que lo habitaron hasta el XIX, por el XII Juan de Heredia.
fue cedido a principios del siglo XVII a los franciscanos, que lo habitaron hasta el XIX, por el XII Juan de Heredia.
Así que cuando los duques de Villahermosa regresaban esporádicamente a España, durante su largo periplo por las embajadas de París y Turín, la familia se alojaba provisionalmente en una casa cercana al Palacio Real, un palacio en la calle de las Rejas donde se ubicaban varios edificios señoriales cuya construcción se remontaba al siglo XVII, como el del marqués de Poza y el del patriarca de las Indias, don Diego Guzmán, de los que solo se conserva hoy día
un caserón de muros de ladrillo visto y grandes ventanas enrejadas, que perteneció al marqués de Santa Cruz de Rivadulla y fue adquirido por el Estado en 1980. Actualmente es la sede de la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales.
Además, el duque tenía alquilada una hermosa finca en el cercano pueblo de Fuencarral para alojar a su hijo mayor con la idea de que los benéficos aires campesinos mejoraran su siempre delicado estado de salud, una casa con jardines y huertas que los padres no dejaban de visitar con frecuencia.
un caserón de muros de ladrillo visto y grandes ventanas enrejadas, que perteneció al marqués de Santa Cruz de Rivadulla y fue adquirido por el Estado en 1980. Actualmente es la sede de la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales.
Además, el duque tenía alquilada una hermosa finca en el cercano pueblo de Fuencarral para alojar a su hijo mayor con la idea de que los benéficos aires campesinos mejoraran su siempre delicado estado de salud, una casa con jardines y huertas que los padres no dejaban de visitar con frecuencia.
Pero como la intención era establecer su residencia definitiva en Madrid, en 1771 el duque decide comprar una residencia acorde con su categoría social y su gusto, y se fija en la casa del abate Pico en el Salón del Prado con vuelta a la Carrera de San Jerónimo (o a la inversa, según se mire). La casa, como ya sabemos, se encontraba en un sitio inmejorable, paso obligado de la corte camino del Real Sitio del Buen Retiro, frente al enorme palacio de Medinaceli, donde habitara MªManuela en su adolescencia durante unos meses con su hermana Francisca; lindaba con el palacio de la duquesa de Béjar, gran amiga de Mª Manuela, que se levantaba en el solar del actual Banco de España, y poseía un extenso y magnífico jardín que se extendía hasta la modesta iglesia de san Fermín de los Navarros, levantada en el lugar de la antigua casa-palacio de los condes de Monterrey.
Los duques se encapricharon de aquella hermosa posesión, aunque no les resultó fácil hacerse con la propiedad, pues, además de su exagerado precio,
tuvieron que esperar varios años a que Pico, setentón, solo y enfermo, se dignase abandonarla y hasta 1777 no pudieron emprender algunas reformas que consideraban necesarias para convertirla en su casa familiar madrileña.
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Plano de Madrid. Pedro Teixeira (1656) |
Los duques se encapricharon de aquella hermosa posesión, aunque no les resultó fácil hacerse con la propiedad, pues, además de su exagerado precio,
tuvieron que esperar varios años a que Pico, setentón, solo y enfermo, se dignase abandonarla y hasta 1777 no pudieron emprender algunas reformas que consideraban necesarias para convertirla en su casa familiar madrileña.
Pero resultaron insuficientes.
Y, finalmente, los duques decidieron ampliar y modificar radicalmente el ya anticuado caserón rococó para lo que "pidieron presupuesto" al arquitecto de moda, Juan de Villanueva, por entonces favorito de la Casa Real, y artífice de importantes edificios neoclásicos como el Museo de Historia Natural (actualmente, Museo del Prado) y el Observatorio Astronómico. Pero este presenta un proyecto tan costoso que debe ser rechazado por los duques.
Lamentablemente el 18 de septiembre de 1790 fallece el duque al contraer una pulmonía a causa de la intensidad de sus esfuerzos recorriendo los barrios madrileños para ayudar a los damnificados por el pavoroso incendio que asoló la Plaza Mayor en agosto de aquel año, para lo que los Grandes de España y los señores curas párrocos organizaron unas juntas o comités con el objeto de recaudar fondos y organizar el alojamiento y los socorros necesarios a los cientos de familias afectadas. Juan Pablo Azlor presidía una de esas juntas y fue el celo desplegado en su función lo que le llevó a la enfermedad y a la muerte.
Queda sola MªManuela con sus tres hijos (Víctor Amadeo nacido en 1779, tenía 10 años, José Antonio (1785), que tenía cinco años y el pequeño Juan Pablo (1789) que contaba apenas un año de edad), y dueña de una inmensa fortuna en usufructo y aún otra mayor, la correspondiente a sus hijos, que administrar.
Así que a pesar del ánimo fuerte y varonil que le atribuyen sus biógrafos, en tales circunstancias se debió sentir muy sola y, en busca de apoyo y consejo, decide acudir a su tío José Pignatelli, siempre cercano. Pero el ex-jesuita no podía entrar en España sin trasgredir el decreto de expulsión y... ¡menudo era el conde de Floridablanca para consentirlo!
En consecuencia, a pesar de las gestiones de Mª Manuela ante el Rey y la Reina, los ministros y muchos Grandes de España, Floridablanca no dejaba de dar largas hasta que se hizo evidente que la presencia del ex-jesuita en Madrid era imposible.
Mª Manuela, entonces , ni corta ni perezosa, determina aplicar aquello de que "si Mahoma no va a la montaña, la montaña irá a Mahoma", y decide trasladarse ella misma a Bolonia, ciudad donde vivía don José, e instalarse allí con sus hijos para que fueran educados bajo las seguras directrices de aquel. Y lo organizó todo con la eficiencia acostumbrada.
Dejó a don Antonio Cabañero, abad de la Colegiata de Mora, hombre de confianza del duque y muy ligado a la casa de Villahermosa, el apoderamiento y administración de su casa durante su ausencia y...[...]
preparó todo lo necesario; hizo provisión de dinero, tomando letras sobre Génova; envió parte de
su equipaje a Alicante,con orden de que se remitiese
a Italia en el primer buque en que hubiese
disposición para ello, y encargó a su tío el P. Pignatelli,
con quien en todo procedía de acuerdo,
que le buscase en Bolonia residencia a propósito
para instalarse decorosamente en unión de sus hijos
y servidumbre...
Pero ya se sabe que el hombre propone y Dios dispone, y tales planes se ven dramáticamente frustrados cuando la siempre débil salud de su primogénito sufre un fuerte revés que le lleva a la muerte en unos pocos días, falleciendo cristianamente en Madrid el 22 de febrero de 1792. No había cumplido los trece años.
El golpe fué terrible para la Duquesa, y llegó a temerse en su casa que perdiese la razón, afirma Ortí y Brull.
Pero no acaban ahí las cosas porque cuando al fin logra sobreponerse y decide ponerse en marcha para trasladarse a Italia, el pequeño Juan Pablo enferma también gravemente, por lo que deben posponer de nuevo el viaje varios meses.
Nuevas gestiones tiene que hacer la duquesa pues los médicos aconsejan que el viaje se haga por tierra, lo cual quiere decir, que la comitiva debía atravesar Francia. Solicita la duquesa la documentación necesaria y para cuando resuelve todo el papeleo y los médicos consideran al pequeño Juan Pablo en condiciones de viajar, en otoño de 1792, las cosas se habían puesto muy feas en el país vecino. Pero que muy feas. Y los obstáculos resultaron ser insalvables. Lo cuenta el señor Ortí:
Fueron estos obstáculos las importantes
noticias recibidas de los sucesos ocurridos en París
el 10 de Agosto, a consecuencia de los cuales se había
hundido la secular Monarquía francesa, quedando
prisionera la Familia Real, que la Duquesa
había conocido hacía veinte años en el apogeo de
En estas circunstancias, y sin eficacia ya el pasaporte
que la Duquesa había recibido del Rey,
era peligroso viajar por los caminos y ciudades
francesas ostentando un título nobiliario; no era
tampoco prudente dirigirse á Italia por otro camino,
que sólo podía ser el marítimo, pues era creencia
general que la guerra no tardaría en estallar en
aquel país...
Así fue como los planes de Mª Manuela de acogerse al amparo de su señor tío en su refugio italiano, se frustraron definitivamente.
[...] desistió la Duquesa del proyectado viaje, de acuerdo con su tío el P. Pignatelli, y se resolvió a permanecer en Madrid, tomando personalmente la administración de sus Estados y el cuidado y educación de sus hijos.
Y así comienza una nueva etapa en la vida de María Manuela Pignatelli y en la del conocido como palacio de Villahermosa.
Y así comienza una nueva etapa en la vida de María Manuela Pignatelli y en la del conocido como palacio de Villahermosa.