martes, 15 de diciembre de 2015







    La vieja postal recoge el afectuoso saludo de un rendido (devoué) caballero a una anónima (y très chère) señora o señorita (amante, novia, amiga ...) no sin dedicar a continuación un protocolario recuerdo a un tal monsieur Dubroca.

   

    ¿Padre, hermano, marido de la susodicha? Mejor rechazar esta última sospecha. Encierra una dosis de cinismo que no tenemos motivos para suponer en el amable autor de la misiva.


    ¿Qué aventura, qué enigmática historia encierran esas líneas garabateadas con prisa en un lejano día de agosto de 1904 sobre la imagen coloreada de la Puerta del Sol?...